viernes, 21 de agosto de 2009

Al Ras


Fue un jueves.

Sé que día cayó mi Confirmación. Un domingo 14 de noviembre. Era el cumpleaños de un amigo de mi promoción, el gordo Gustavo Zevallos. Sé que era domingo porque...vamos..¿Confirmación?, ¿misa? Pero si no fuera por esos detalles no recordaría qué día fue. ¿O cayó un sábado?

Fue en la mañana de ese jueves. Antes de las 11am pero después de las 10 de la mañana. Fue ese jueves del 2001. No recuerdo la fecha, solo que había colegio y no fui. La noche anterior me la pasé, cual perro salvaje, con el pecho descubierto frente a la refri que estaba abierta de par en par, tosiendo adrede para pescar un resfriado (gracias Dios por no darme una neumonía mortal).

Ya con algo de fiebre y sobreactuación, aunque con verdaderos síntomas recogidos la noche anterior, faltar al colegio no fue nada difícil. Las primeras horas en cama siempre debían ser cautelosas, al menos con mi mamá. Nada de televisión o estar en la computadora. Si uno está enfermo debe actuar como tal, osea, como reza la ideología de mi abnegada madre, actuar como el moribundo en cama que uno se siente. Más que enfermo uno debería ser un atropellado con cáncer y mucho sueño: postrado en una cama hasta que, luego de la sopita del almuerzo...quizá...solo quizá -y porque era buena gente- ver una hora de televisión o incluso alguna película grabada en VHS.

No era mi primera falta un jueves. Me gustaba quedarme en mi cuarto, huérfano de tele (que envidia aquellos dormitorios juveniles con la pantalla de T.V) escuchando a través de mi inmortal radio/reloj blanco la popular emisora 99.1, conocida como "doble-doble-doble-doble-doble-doble-doble...dobe nueve"). Así, iba conociendo los hits de momento, o del momento anterior a ése y también a los futuros hits del momento. A veces rozando mis pies, siempre con medias porque no quería llegar a enfermarme de verdad, con las sábanas celestes, iba descubiendo nuevas canciones para googlear. Bah, qué digo. Tenía ya mi lapicero y un par d ehojas en mi velador, muy atento yo, para apuntar el nombre de las canciones o al menos el cantante o grupo. Así, me era fácil bajarlas por el dinosaurio Kazaa, que si bien me dio mas de mil alegrías adornadas en canciones, también me contagió la computadora de miserables y perros virus, devoradores de la felicidad cibernética de un muchacho que estaba próximo a cumplir sus 15 años.

No recuerdo la fecha exacta, sólo que era un jueves y me urgía saber quién tocaba una canción, cuyo nombre tampoco sabía. Descubrí que era un grupito medio punkeke llamado The Ataris. Chibolos gringos que seguramente sacaron alguna C- y varios B+ en el cole y que luego se dedicaron a hacer covers con lírica juvenil. Pegajosa como era y bastante simple, la canción me encantaba -y aún me encanta-. Ese fue el día en el que logré apuntar el nombre del grupo, el nombre de la canción e incluso aprenderme cais todo el coro (en toda la mañana la pasaron como 4 veces y cada una de ellas fue una gran emoción).

Ya con los datos apuntados y media mañana transcurrida, harto de no hacer nada, decidí afeitarme, sabiendo que dentro de mi nerviosismo y posible paupérrima técnica, me tomaria varios minutos. Además, pintaba para divertido el asunto de quitarme pelos con una navaja con el propósito real de no cortarme y así no morir desangrado cuando en realidad, debería estar muriendo en mi cama por algún virus extraño que, de la noche a la mañana, me impedió ir al colegio ese día.

Encerrado en un baño del segundo piso, cerca a mi cuarto -para esto, mi habitación cuenta con baño propio..hoy desconozco, por falta de memoria, la razón por la cual no intenté afeitarme en mi baño- me eché algo de espuma al las mejillas y las esparcí por la "zona bigote", entre mi nariz y boca, como un cerro blanco entre dos valles. Enjuague la gillette azul y, temerario aunque estúpido, casi como un Juano de Arco, osé psarmela por el cerro de espuma, intentando hacer contacto conmis vellos para eliminarlos. Me sentí una virgen en su primera vez: esperas que te duela, casi-casi entrecierras los ojos, como preparándore para el inminente dolor y...nada. ¿Me penetraron? ¿Me afeité? No sentí nada. Aú confundido por algo de espuma que, más que un cerro parecía una losa blanca de alguna cocina, presioné la navaja un poco más para "afeitarme de verdad". El color blanco pronto se ocnfundió con el rojo y un pequeño hincón se hizo presente en el lado izquierdo de mi "zona bigote". Sonreí tontamente, comprendiendo entonces mi error de pelmazo. Ya con calma, afeité los otros pelitos, para que no se queden celosos. Así, me afeite por primera vz.

Aún hoy no sé afeitarme, aunque es cierto que no lo hago nunca con espuma, sino con mucha agua y jabón. Hoy no es jueves pero recordé esta pequeña anécdota, la primera vez en la que me despojé de mis propios pelitos.

No hay comentarios: