martes, 12 de mayo de 2009

Más que un Oasis


Perú en el mundial de fútbol; algún club peruano ganando alguna copa sudamericana; sentarse en las gradas de algún coliseo gringo para ser parte de un partido oficial de la NBA. Pequeños sueños, acaso esperanzas que se diluyen como esos amores de la secundaria temprana que apenas fueron elevados al sonido por temor a que duela más el hecho que no se cumplan ni en mil vidas.

Perú, una pequeña isla abandonada de sueños rotos y recuerdos que jamás fueron nuestros. “Ahí vienen los goles de Cubillas”. Jamás vinieron para mí, muchos menos vi la franja roja en aquellas canchas que reunían a los mejores equipos nacionales del mundo, o en su defecto, a aquellos que lograron convertir un número de goles que les permitiera ganarse el boleto a aquella fiesta llamada mundial de fútbol. Jamás vinieron los goles de Pizarro.

Faltan 0.4 segundos. San Antonio, de local, vence por un punto a los Angeles Lakers. Todo el estadio sabe que el agónico último intento de los californianos será elevado cual plegaria navideña por su estrella Kobe Bryant. Sorprendentemente, es el base Derek Fisher quien emerge como un rayo por el ala izquierda, recibe el balón y de fulminante media vuelta lanza el balón hacia la historia. Triunfazo.

Arrodillado en el segundo piso de mi casa. “¡Pita Mendez!”. Arequipa es Cuzco; cómo dibuja el camino del campeonato el pincel Julito García. Un paraguayo derrota un muro argentino y el dibujo se completa. Al fin, ese rectángulo verde llamado Perú termina con confeti, chela con sabor a gloria y gritos que, sin oírlos, se sabe que exclaman esa palabrita tan común para otros, pero tan fuera de esta galaxia para quienes vivimos en otro universo, tan ajeno a triunfos: campeón.

Y así, toda una lista de momentos aún por vivir y otros, con sorpresa y excitación, ya almacenados en mi listita de “cosas por gozar antes de morir”. Si, así de exagerado. Sublime entonces que, de local, donde Mendoza falló aquel clamoroso gol contra Ecuador; local donde aquel novel delantero apellidado Farfán no sólo hiciera un túnel en su debut de eliminatoria mundialista, sino la cerezita al postre de un 4-1; local, donde emergió una banda, oasis de la cancha sintética que una vez fue y ya no es más.

Wonderwall en vivo. “Mierda, escuchar Wonderwall en vivo”. De eso hace como 7 años, sino son 8. Para la historia, este 2009 traería consigo un Oasis de música, finalmente, luego de tanta espera. Esperar minutos para la voz y actitud de Liam; horas para los solos de Noel así como sus versiones acústicas; días para encontrar cordura en ese Oasis que parecía más un espejismo: vienen a Lima. Semanas para comprar las entradas, meses para esperar que las vendan, años para caer en la cuenta que jamás iban a venir, toda una vida para amarlos y toda una vida para recordar que dejaron su huella.

Wonderwall, no fuiste la mejor canción de la velada – Don’t Look Back in Anger, Masterplan, Songbird, Slide Away, entre otras, te superaron – pero fuiste la canción de todos estos años que te esperaron. Fuiste un himno nacional en el viejo Coloso. Reyes de legendarias panderetas y uñas, los Gallagher dejaron de ser un Oasis para ser algo más.

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