jueves, 12 de marzo de 2009
Nueva Religión
Para que esta religión de la combi sea aceptada como tal, se le debe rendir el culto correspondiente. Es cosa de todos los días percatarse de los rituales que se propician en esta nueva y popular religión. Uno se levanta temprano y asiste en busca del espíritu de la cultura combi. En cada esquina, un alma espera que recojan su cuerpo. La ceremonia no tiene un inicio muy concreto: suele realizarse a cada esquina, pero nunca se sabe. En medio de la pista o a mitad de cuadra, estas variantes no le importan al Señor Chofer. El quiere que asistamos a su casa. Nótese que uno va en busca de una combi específica. Es cierto que el Cobrador nos llama para integrarnos a su Vehículo pero somos nosotros los que decidimos entrar a una de estas Combis, porque las necesitamos para un destino inmediato específico. Como en la misa, quien llega tarde a la Combi se queda sin asiento y tendrá que escuchar todos los mensajes de Cristo a la humanidad de pie.
Así como el ritual de la limosna se da en un momento determinado de la misa y está dirigido hacia todos los presentes en forma progresiva (primero los que están más adelante, luego los de la segunda fila y así sucesivamente), en la Combi también se nos recoge nuestro dinero de una forma similar, aunque algo más desordenada.
El Ritual
Ni bien uno se sube al Micro ya la están hostigando con el estribillo “pasaje, pasaje, pasaje”, colocándote la mano prácticamente en el rostro, mientras hacen un movimiento de muñeca para emitir el sonido desesperante de las monedas - que sostienen en la mano- golpeándolas unas a otras. No sólo esto, sino que al Cobrador no le importa el hecho de que el Micro este en movimiento estrepitoso y que uno vaya de pie. Igual hay que pagar el pasaje-pasaje. Una vez dado este dinero, nuestros corazones descansan en paz, sabiéndose acaso parte de esta comunidad religiosa por el hecho de recibir el cuerpo del Cobrador: el boleto/ostia. Este boleto nos sirve como comprobación de que hemos asistido al ritual de la Combi/misa y, en más, las personas suelen reclamarlo duramente si es que no se les ha entregado luego de que ellos hayan otorgado parte de su alma.
La Iglesia, como lugar sagrado, podría llevarnos al error de dar por hecha la restricción de cierto tipo de conductas a través de ciertas “normas”. Pero sucede que bajo el techo del Señor se puede dormir, bostezar y si se gusta buscar con mirada llena de fe algún personaje atractivo del sexo opuesto. Tal como ocurre en la misa, en la Combi se puede apreciar a aquellos bastardos que no respetan el Templo del Chofer. Se aíslan con sus celulares, mp3 o discman e incluso hasta leyendo. ¿Qué no saben que están en la Combi? No, ellos no entienden que este lugar es sagrado. Les urge depositar entra los asientos y la pared las envolturas de comida chatarra; besuquearse con pasión, proclamando su existencia en la parte trasera; decoran la combi con su dirección de correo electrónico dibujada en los asientos, o escriben mensajes de amor que son leídos en diferentes distritos.
Cada uno le pone fin a su estadía en la “misa de la combi” bajándose en su Destino. Los asistentes se van bajando del automóvil y el ritual está completo (para ellos, pero proseguirá hasta que los actuantes dejen de ejercer su labor, hasta el siguiente día.. Nos retiramos de la Combi, bienaventurados.
Amarás a tu Comi sobretodos los demás vehículos. Este medio de transporte ha originado un gran boom y sin ella Lima no sería lo coloridamente gris que es. Amén.
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